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jueves, 19 de marzo de 2015

¿Cómo influye la comida en tu forma de manejar?

Quien no se haya dispuesto para conducir después de una comida abundante, no sabrá lo que significa sentarse al volante con el estómago lleno, y con digestión lenta.
Para más referencias, suele coincidir que después de comer, si el cielo no está cubierto de nubes, el sol se va a entretener en calentarnos la zona abdominal, dándonos todavía más sensación de pesadez, y corremos el riesgo de padecer somnolencia. En esos casos, lo mejor es parar y despejarse, o bien dormir directamente una siesta. Para evitarlo, nuestra dieta debe convertirse en nuestra aliada más fiel; y esto es especialmente importante cuando estás en medio o a punto de emprender un viaje muy largo.


La dieta, ni por exceso, ni por escasa

Para conducir con seguridad es necesario plantearse la condición de que nuestro cuerpo debe estar bien alimentado, para así poder rendir en buena forma. Así que uno debe plantearse dos cosas: no saltarse una comida por la prisa de “llegar”, así como tampoco llenar el estómago a tope para, acto seguido, ponernos al volante en pleno período de siesta. La dieta semanal debe incluir un buen equilibrio de alimentos, y es preferible reforzar el desayuno y aligerar la comida del mediodía, antes que hacer lo contrario (o sea, prescindir del desayuno y comer copiosamente).

Está demostrado que lo más eficiente para mantenernos alimentados y con el metabolismo a buen ritmo es hacer cinco comidas al día (suaves y equilibradas, se entiende). Tras toda la noche sin ingerir alimentos, un buen desayuno es lo que el cuerpo necesita para retomar la actividad, y si almorzamos, a media mañana, no necesitaremos grandes cantidades de alimentos a mediodía. Es un momento clave, porque si “pasamos hambre” hasta la hora de comer, que en España es tirando a muy tarde, nos llenaremos demasiado y luego sufriremos una digestión pesada, con todos sus inconvenientes.
Otro problema añadido es la calidad de la comida: aunque haya honrosas excepciones, los menús del día son, por lo general, comidas de batalla con predominio de los fritos, grasas y carbohidratos, y se pueden acompañar de refreco, además de un postre dulce casi siempre. Esa no es la comida más indicada para seguir una actividad exigente, y mucho menos para ponerse en la carretera.

¿Qué pasa cuando conducimos con sueño?

Conviene repasar lo que le sucede al conductor que se lanza a las carreteras con peligro de tener sueño en el intento:
  • El conductor somnoliento tiene menos capacidad de concentración.
  • Cuando se conduce con sueño aumentan las distracciones.
  • Con sueño, la toma de decisiones es más lenta y el conductor incurre en más errores.
  • El sueño comporta alteraciones sensoriales y perceptivas en el conductor.
  • El conductor que tiene sueño ve alteradas sus capacidades motoras.
  • Con sueño, aumenta el tiempo de reacción del conductor.
  • El conductor que tiene sueño tiende a comportarse de forma automática.
  • El conductor somnoliento corre el peligro de caer en micro-sueños.
  • Quien conduce con sueño adopta cambios en su comportamiento, que a menudo tiende a la agresividad y a la irritabilidad.
Y por supuesto, también conviene recordar qué alimentos son más propensos a provocar acidez, o reflujo gastroesofágico patológico. Para que nos hagamos una idea, una comida horrible para seguir conduciendo podría ser una hamburguesa con algún tipo de picante, refresco y un dulce de chocolate de postre. Con eso tendríamos un triple combo explosivo que nos dejaría prácticamente acabados. O bien, otro combo noqueador puede ser un bistec de 800 g. acompañado de unas papas fritas bien saladas, todo ello regado con un refresco y un postre como, por ejemplo, pastel de chocolate o flan con nata.
Si vas a conducir, pide una comida ligera pero suficiente, bebe agua y sigue tu camino, y mejor aún si puedes dormir la siesta en tu lugar de vacaciones.
Fuente: Circula Seguro | http://bit.ly/1F9aZ0l

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